Cheyenne es un judío cincuentón, antigua estrella del rock, que sigue la estética gótica y lleva una vida aburrida de prejubilado en Dublín. La muerte de su padre, con el que hacía tiempo que no se trataba, lo lleva de vuelta a Nueva York, donde, a través de la lectura de algunos diarios, reconstruye la vida de su padre en los últimos treinta años, en los que se dedicó a buscar obsesivamente a un criminal nazi que se había refugiado en Estados Unidos.
Con una inexorable lentitud y sin capacitación alguna como investigador, Cheyenne, contra toda lógica, decide continuar la tarea y emprende la búsqueda del nonagenario alemán a través de Estados Unidos.
Se trata de una hipnótica “road-movie” de maduración y redención, en la que el entrañable protagonista constata el vacío de su adinerada existencia, identifica valientemente las causas del mismo —la fama, las drogas, el desarraigo, la falta de trascendencia…— e intenta llenarlo ayudando a los demás, ejercitando de algún modo su ansiada paternidad y reconciliándose “post mortem” con su padre recorriendo la senda del perdón que él debería haber realizado. Todos estos interesantes temas los traduce Sorrentino en una lenta y contemplativa puesta en escena, de jugosa planificación y precioso acompañamiento musical... J. J. M. Pantalla Grande. (7/10)
This must be the place es una historia extraña. Tiene todos los ingredientes de la comedia disparatada, pero no lo es; Sorrentino ha decidido que sea una historia seria, y el resultado es un drama extraño, conducido como una road movie por un personaje extraño que protegido por su aspecto e ingenuidad suelta verdades como puños por donde quiera que pasa. Propósitos variopintos que tienen efecto terapéutico en muchas personas, y que finalmente lo tendrán sobre el propio Cheyenne.
Desconcertante, curiosa, también interesante y bien filmada... Fila Siete (5/10)
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