Como Dios trata, en todo predominantemente cómico, de las vicisitudes de un tipo egoísta (Jim Carrey) y siempre descontento –“me lo he ganado por intentar ayudar a alguien”, “Dios es un niño mudo”, “no puedo estar bien con una vida mediocre”, “dame una señal”, “necesito un milagro, estoy desesperado”-, cuando Dios le brinda la oportunidad de disfrutar de sus poderes y de ejercer como tal, poniendo en sus manos la posibilidad de “remediar” las injusticias del mundo. Pero he aquí, que el atolondrado Bruce, así se llama nuestro hombre, carece de la virtud de la generosidad y le sobra egoísmo. No tiene el hábito de darse, sino el de centrarse en sí mismo. Consecuentemente, no sólo no remedia los males de la gente, sino que su actitud le lleva a empeorar la situación de muchas personas, llegando a provocar catástrofes naturales simplemente por satisfacer un capricho personal sin ponderar las consecuencias –“hace un par de semanas que tienes mis poderes, ¿a quién has ayudado?”, le dice Dios en un momento determinado-.
No todo es negativo en este hombre, pues su actitud un tanto payasa cae simpática al espectador, incluso deja traslucir una cierta bondad bajo su gruesa capa de egocentrismo. Este es el caso, por ejemplo, cuando le vemos socorrer a un indigente sin considerar las consecuencias de enfrentarse a unos pandilleros. Este buen fondo hace que después de su atolondrado comportamiento, a la vista de algunas de las consecuencias de sus actos y, sobre todo, al comprender la verdadera dimensión del amor, sea capaz de rectificar y de “rezar” de verdad. A partir de este momento, su vida da un vuelco y comprende que pensar en los demás y en sí mismo por encima de todo, son dos actitudes claramente incompatibles. Cuando es capaz de desear lo mejor para su novia, aunque ello pudiera acarrear perderla, es cuando “milagrosamente” la recupera.
También cae simpática esta chica (Jennifer Aniston). Su carácter es diametralmente opuesto al de Bruce. Ella no tiene miedo al compromiso, desea casarse y fundar una familia, se interesa por las cosas cosas de él y, fundamentalmente, es piadosa. Es una mujer que reza y sus oraciones están impregnadas de generosidad. Le preocupa más el descamino de Bruce que el daño que éste pueda causarle a ella misma. Su sufrimiento no es consecuencia del victimismo, sino de pensar que la persona a quien quiere pueda malograr su vida. No es rencorosa y sabe perdonar, aunque chirría un poco esa religiosidad moderna singularmente complaciente en determinados temas morales.
Además de Bruce en su etapa previa al cambio de actitud, el retrato que hace la película de quienes trabajan en los medios de comunicación se aleja un tanto de la imagen del periodista honesto cuyo lema es la búsqueda de la verdad y su difusión. La moral del triunfo parece dominar a estos profesionales, cuyo éxito vital se reduce a lograr una exclusiva que pueda ser primera plana.
Aunque el tono general es de comedia, la película saca a relucir algunos temas de permanente actualidad: el individualismo que parece dominar en gran parte de nuestra sociedad, la sordera ante las necesidades ajenas, el afán de notoriedad y de éxito cuya máxima manifestación es salir en televisión, el miedo al compromiso en las relaciones de pareja, el sentido de la vida y las condiciones de la auténtica oración.
Como Dios puede ayudarnos a comprender que en la vida, casi siempre, nos falta la suficiente perspectiva para discernir dónde se encuentra el auténtico bien, y que lo que muchas veces queremos, no necesariamente es lo mejor para todos. De hecho, no es infrecuente que los intereses sean contrapuestos.
En suma, la película es una llamada a aceptarnos como somos y a comprender que lo más grande que tenemos es la vida y la posibilidad de entregarla. Para encontrarse a sí mismo, paradójicamente, el hombre debe salir de la fortaleza interior construida a base de miserias.
Generosidad
Podemos definir la generosidad como la actitud dadivosa que no excluye a nadie como destinatario ni admite cálculos para dosificar los dones. Esta virtud facilita la convivencia, pues impulsa a quien la adquiere a compartir los bienes y a darse a los demás sin esperar correspondencia, con absoluto desinterés, aún cuando suponga esfuerzo. Pero como no hay virtud sin amor, todo este volcarse en los demás parte de un profundo respeto hacia el prójimo y del convencimiento del valor incalculable de cada ser humano. Consecuencia de esto último, es la necesidad de que con la donación se busque el bien del receptor. De hecho, a veces, el dar sin ton ni son, puede enmascarar un comportamiento inequívocamente egoísta.
De lo que acabamos de afirmar se deducen dos cuestiones importantes: la primera, que la persona que adquiere esta virtud toma conciencia de la superioridad del ser sobre el tener, y segunda, que la generosidad tiene su campo de acción en el servicio al prójimo. Los polos opuestos de la generosidad serían la prodigalidad –actitud despreocupada que acaba en empobrecimiento personal e impide la donación- y el egoísmo -cuando se antepone el yo a todo lo demás-.
En Como Dios, tenemos ejemplos de personas cuyo comportamiento se caracteriza por estas notas que acabamos de enunciar. Bruce, es un joven básicamente egoísta. Lo único que le importa es triunfar como presentador de televisión, al precio que sea, sin importarle la honestidad ni las consecuencias de los métodos a emplear. El éxito, es la estrella que guía sus pasos, y su persona el centro del firmamento; firmamento reducido a una pantalla de televisión. Apenas presta atención a su pareja, una chica bienintencionada, a la que no escucha y cuyos anhelos pasan totalmente desapercibidos. Para colmo, está todo el día quejándose por lo mal que le va todo y encarándose con Dios, a quien culpa de su desgracia. Pero he aquí, que Dios le da la oportunidad de disfrutar de su omnipotencia y de administrar la justicia como el mismísimo Todopoderoso. Y ¿cómo aprovecha la oportunidad el amigo Bruce? Pues se encarga de utilizar los poderes en beneficio propio y, cuando las oraciones de la gente, cuyo clamor escucha, se le hacen molestas, opta por conceder a todo el mundo lo que pide. ¿Resultado? El caos más absoluto; falta amor en este atender a la gente y sobra egoísmo. Sin embargo, afortunadamente, una serie de circunstancias le hacen reaccionar y comprender que la felicidad está en la entrega, que, dándose, se encuentra a uno mismo y su sitio en el mundo. Por último, mencionar que resulta significativo que en Como Dios la generosidad está muy relacionada con la fe.
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