José María Pemán escribió este libro en 1950 para los escolares. La edición que ha caído en mis manos es de Homolegens (2012). Durante los últimos años, se han reeditado muchos textos que se emplearon en los colegios. Ciertamente, nos evocan –un poco nostálgicamente- a otras etapas de nuestras vidas (o de las de nuestros padres), sus enfoques nos sorprenden por lo distintos a los actuales o porque encontramos otras cosas que han permanecido.
Sin embargo, no todos esos manuales del pasado fueron escritos por autores del valor literario de Pemán. Esta historia de España está narrada con sencillez, de una forma ordenada, por un reconocido dramaturgo y poeta. Efectivamente, sin apartarse del género histórico, se palpa cierto dramatismo teatral y -lo que me ha llamado especialmente la atención- el lirismo del autor.
José María Pemán penetra más allá de la mera exposición de los hechos históricos que narra, se ayuda de una intuición, que podría ser, deudora de su alma de poeta y dramaturgo. Tan solo recordar cuando el autor nos hace notar que “…casi todas las palabras que los árabes dejaron en nuestra lengua son nombres de colores, de flores, de perfumes, de cosas de lujo y adorno. Árabes son por ejemplo, "añil". "amarillo", "carmín", "azucena"", "jazmín", "azahar"; todo lo blando, bello y superficial. ¡Pero "Dios", "espada", "patria" o "rey", esas son palabras romanas!” En efecto, los cultivos mediterráneos, los regadíos y los acueductos, los caminos y los puentes, los arcos de herradura, las Etimologías, la unidad de la monarquía… la raíz de aquel mundo –y del nuestro- era hispana-visigoda; los árabes nos dejaron un barniz superficial de color y brillo. Afortunadamente, no se transmitió el fondo de salvajismo y dureza de los pueblos del desierto: heredamos un legado árabe enriquecido por Roma y por los logros de otros pueblos.
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