Versión cinematográfica de la comedia del escritor irlandés George Bernard Shaw, Pigmalion. Dirigida en 1964 por el gran George Cukor (Historias de Filadelfia) y protagonizada por Audrey Hepburn, Rex Harrison y Gladys Cooper, se convirtió en una de las películas más laureadas de todos los tiempos, triunfadora en los Oscar, BAFTA y Globos de Oro.
En una lluviosa noche de 1912, el excéntrico y snob lingüista Henry Higgins (Rex Harrison) conoce a la harapienta y malhablada vendedora de violetas, Eliza Doolittle (Audrey Hepburn). El vulgar lenguaje de la florista despierta su interés como fonetista, y está tan convencido de sus dotes y capacidades como profesor, que hace una temeraria apuesta con el coronel Pickering (otro especialista en temas linguísticos): en seis meses será capaz de que esa vulgar criatura se comporte y exprese como una dama de la alta sociedad.
1964 fue el año del triunfo indiscutible de My fair Lady, que con sus doce nominaciones y ocho Oscar se convirtió en una de las películas más premiadas de la historia del cine. Se trata de una impresionante adaptación de un musical que llevaba en escena casi una década y que había lanzado a la fama en 1956 a Julie Andrews. Este dato resulta crucial para entender por qué, entre tantas nominaciones, no figuró la de Audrey Hepburn -el Oscar femenino se lo llevó, no inmerecidamente, precisamente Julie Andrews por su gran interpretación en Mary Poppins-. Bajo mi punto de vista se cometió una terrible injusticia con ella, pues a pesar de su esfuerzo interpretativo, cantando todas las canciones, a la hora de la verdad fue doblada en casi todas por Marni Nixon. Es una pena, pues el tono de voz de la primera resulta mucho más natural y encaja mejor con el perfil del personaje. Esto hace que vista la obra en versión original, que es como hay que verla, se note demasiado el salto de una voz a otra; no hay más que escuchar show me y ¿no sería encantador? interpretadas por Audrey, incluidas entre los extras de la edición especial del DVD que conmemoraba su 40 aniversario, para lamentar que se haya perdido para siempre la oportunidad de disfrutar de su interpretación íntegra.
Esta joya clásica del cine musical, además de sus incuestionables méritos artísticos, nos muestra que con trabajo, esfuerzo y disciplina se puede conseguir cualquier cosa. También la belleza escondida en toda alma humana, sea cual sea su condición social y lo que muestren las apariencias, o la importancia del lenguaje y de saber expresarse con corrección.
Algunas curiosidades: George Cukor consiguió el único Oscar de su dilatada y meritoria carrera; Rex Harrison había participado en el musical de Broadway en el que se inspiró la película; y la Warner se hacía, al fin, tras Casablanca y veinte años de sequía, con el preciado galardón a la Mejor Película.
Fuentes: Filmaffinity, Decine21 y Enciclopecia Ilustrada de los Oscar (Notorius Ediciones).
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