127 horas narra la historia de Aron Ralston, joven montañero, que explorando en solitario el John Blue Canyon de Utah cayó al fondo de una estrecha grieta cuando, tras un mal paso, provocó un desprendimiento, con tan mala fortuna, que su brazo derecho quedo atrapado por una gran roca. Tras intentar levantar o romper la piedra durante cinco días, agotado y sin agua, Aron creyó que iba a morir y decidió dejar constancia de ello tallando en la roca su nombre y grabando con su videocámara una breve despedida para su familia. Pero, tras ello, las ansias de vivir se apoderaron nuevamente de él y decidió hacer un último esfuerzo...
Para esta cinta Boyle se vuelve a rodear de gran parte del mismo equipo con el que ya contó para Slumdog millionaire. Y es precisamente la labor conjunta de este “dream-team” la que permite que esta historia, a priori muy difícil de rodar y de contar, se convierta en una película intensa, con ritmo y con una gran capacidad para enganchar al espectador. Una historia fenomenalmente contada, entretenida, moderna y original sobre supervivencia, lo que no es poco. Fila Siete.
El director llena el conjunto de profundidad dramática y moral a través de certeras críticas —a veces, divertidas— al individualismo autosuficiente y de sutiles reflexiones sobre el destino, la providencia y la libertad. A ratos, su seguimiento se hace un poco tedioso e incluso desagradable en el espeluznante desenlace. En todo caso, se trata de una película notable, de brillante factura y con un sugerente acercamiento a la capacidad de sacrificio y superación del ser humano, y al valor de la familia y del amor como impulsores de su actuar. J.J. Martín, Cope.
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