Una de las películas más recordadas del cine mudo, interpretada por todo un mito del celuloide, Harold Lloyd. Tiene momentos realmente hilarantes, filmados con gran maestría; ahí está para la posteridad la famosa escena de Harold suspendido en el vacío colgando de un reloj. Divertidísima, igualmente, la secuencia en que nuestro protagonista, dependendiente en unos grandes almacenes, debe enfrentarse a toda una cohorte de insaciables féminas en busca de gangas. Está considerada como una de las mejores películas de su protagonista y una obra maestra.
Todo comienza cuando Harold marcha del pueblo a la gran ciudad en busca de fortuna. Se despide de su novia y le promete que, en cuanto afiance su situación, volverá a por ella y juntos emprenderán un futuro feliz. Sin embargo, la vida en la urbe no resulta tan fácil. El dinero escasea y el estómago pega bocados. En esta tesitura, a nuestro amigo no se le ocurre, otra cosa, que escribir a su chica contándole fantasías sobre su éxito profesional. Pero claro, ya se sabe que la mentira no conduce a ningún sitio, y Harold aprenderá la lección cuando ella se presente en la ciudad en su busca.
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