31 de julio de 2010

EL FESTÍN DE BABETTE (1987). Gabriel Axel. Drama. Jóvenes. ****

En un aislado pueblo de pescadores de la costa danesa la comunidad practica, en el sentido más estricto y puritano del término, los principios religiosos que el pastor y fundador de la secta a la que pertenecen ha predicado durante años. Cuando éste muere, sus dos hijas continúan adelante con su obra y su palabra. En 1871, durante la guerra franco-prusiana, una joven francesa encuetra refugio en el austero hogar de las dos hermanas. Su llegada al pueblo representa la aparición del extraño en el paraíso. A pesar de que la joven convive durante catorce años con ellos, los fieles adeptos a la secta la consideran un ente ajeno a la gracia divina. Un día, Babette desea agradecer su hospitalidad ofreciéndoles un banquete en honor del difunto padre.

Cambiamos radicalmente de escenario. De la China profunda pre-maoísta de La buena tierra -de la que haremos mención en cinecine-, a la Dinamarca rural de 1871. Dos mundos muy diferentes cultural y socialmente, pero cuyos protagonistas muestran que las grandezas y miserias humanas no saben de tiempo ni lugar.

Personajes

También aquí una persona destaca sobre todas las demás, Babette Hersant, una mujer relativamente joven cuya familia ha sido víctima de una dura represión en París. Consigue huir de la ciudad y, gracias a una recomendación de Achille Papin, famoso cantante de ópera, es aceptada como sirvienta en casa de las hermanas Martine y Filippa. Babette es una mujer con muchas virtudes. Llama la atención su humildad, pues habiendo sido una famosa chef en un restaurante parisino de renombre, escucha pacientemente las explicaciones de las hermanas sobre cómo deben confeccionarse unos platos que no tienen ninguna ciencia. Tampoco es rencorosa ni cae en el victimismo que, hasta cierto punto, podría estar justificado tras el asesinato de su esposo e hijo y haberlo perdido todo. Es paciente y servicial. Sabe adaptarse a la nueva situación sin quejas estériles y se la ve disfrutar haciendo la vida agradable a los demás. Es sociable y amable, aunque la comunidad la mira con cierto desdén. Lo suyo es la cocina, es el talento que Dios le ha dado, y con él siembra felicidad, entregando todo lo que tiene.


Martine y Filippa tienen buen corazón y rectitud de intención, aunque la formación recibida de su padre, más pendiente de la letra que de la ley, olvidando el principio fundamental de misericordia quiero y no sacrificio, las hace caer en alguna que otra intolerancia e incomprensión. Pero en conjunto son dos figuras amables y sacrificadas, víctimas del puritanismo extremo del pastor. Cuando jóvenes fueron muy bellas y no le faltaron pretendientes, pero el egoísmo de su padre echó por tierra un futuro diferente, no sabemos si mejor o peor, pues no hay mal que por bien no venga…

Achille Papin y el General Lorens Löwenhielm también tienen cierto atractivo. El primero por su generosidad, el segundo por haber sabido enderezar una vida poco edificante. Es precisamente el General quien, con sus acertados y asombrados comentarios, ayuda a que la actitud de los comensales durante el festín cambie radicalmente.

En el lado negativo de la balanza colocaríamos la actitud egoísta del pastor y el rigorismo sin sentido de los fieles de la secta. En apariencia son cumplidores, pero no saben lo que es el amor y las rencillas son habituales entre ellos. Su actitud despreciativa hacia el mundo desconoce que también éste ha salido de las manos de Dios. Sin embargo, curiosamente, alrededor de la mesa se produce una sorprendente transformación, se abren a los demás y fluye el perdón y la reconciliación.

De interés

El director de El festín de Babette acierta al mostrar que gozar sanamente de los placeres de la vida no es indigno, ni se contrapone a una espiritualidad bien vivida. El mundo, como realidad salida de las manos de Dios, no sólo es bueno, sino que su disfrute es camino de eternidad. El amor es la clave de todo. Si falta éste nada tiene sentido ni es posible la felicidad. Ahí está la llave para alcanzarla. Todo el mundo la desea, pero sólo se consigue como premio al olvido de uno mismo.

En la película observamos el recelo de la gente hacia personas de cultura diferente. Quien a los ojos de la comunidad parecía indigno, acaba dando lecciones de humanidad a todos. En estos tiempos de generalizados fenómenos migratorios, puede venir bien recordar que todos somos iguales y que debemos perder el miedo al “diferente”. Cada persona es “irrepetible e irremplazable” y está llamada a enriquecer la sociedad en la que vive. Su dimensión social hace que en este juego de dar y recibir todos salgamos ganando.

La película está basada en una obra de Isak Dinesen y obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera.

Más información en decine21.com.

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