Mi semana con Marilyn es precisamente eso, el relato de Colin Clark, un joven ayudante de producción que acompañó en 1956 a la famosísima actriz durante el rodaje de El príncipe y la corista en Londres y los estudios Pinewood. Clark publicó un libro con sus recuerdos y en él se basa el guión. Digo esto para que nadie busque en esta cinta -deliciosa, a ratos- un biopic o un estudio sobre la compleja personalidad de la novia de América. La cinta está construida sobre una anécdota y todo en ella lleva el sello de esa liviandad. Sin despreciar la fotografía y la puesta en escena es en el apartado interpretativo donde la película brilla definitivamente. Fila Siete.
Un festival de homenaje al cine clásico, pero que esconde la tragedia de Marilyn Monroe, una joven de treinta años, frágil, insegura, llena de complejos y carencias afectivas, y sin ningún punto de referencia, norte ni criterio por el que conducirse en la vida. Sin embargo, la interpretación de Michelle Williams es tan brillante, que el personaje inspira ternura, simpatía y piedad en el espectador. A pesar de su caída de ritmo en la segunda parte, estamos ante una película atractiva, magnética, que atrapa al espectador como si la protagonizara la mismísima Marilyn. la cinta es casi siempre elegante, sutil, discreta y nada complaciente. J.O. (Pantalla Grande).
El realizador aprovecha muy bien un guión de Adrian Hodges, de primera, sobre todo por sus frases llenas de sarcasmo británico, elegante pero corrosivo. Describe a la perfección a los personajes -desde los protagonistas hasta los más episódicos son humanos y tridimensionales-, pero sobre todo ha sabido captar la esencia de Marilyn, una mujer que aparentemente lo tenía todo, inteligente y deslumbrante en sus películas, pero extremadamente vulnerable e insegura, destinada a su propia autodestrucción. Apunta temas profundos, como la iniciación amorosa, y sobre todo la soledad de los modernos famosos mediáticos DeCine21.
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