26 de diciembre de 2009

El espíritu de la Navidad

La Navidad tiene un carácter doméstico, y por esa razón la mayoría de la gente se prepara para viajar en agobiantes tranvías, aguantando colas interminables, cogiendo trenes a toda prisa. Justo antes de que empiece la gran fiesta del hogar, todo el mundo parece haberse convertido en gente sin techo. Es el triunfo supremo de la civilización industrial, que ha conseguido que, en aquellas ciudades donde parece que hay demasiadas casas, exista una desesperada escasez de alojamiento. La fiesta de la familia convierte en vagabundos tanto a los ricos como a los pobres. Se encuentran tan aislados dentro del desconcertante laberinto que genera nuestro tráfico y nuestro comercio, que su única semejanza con la familia arquetípica de la Navidad es que esta gente no encuentra habitación para ellos en una taberna. (...)
Si la Navidad se volviera más familiar, en vez de menos, creo que aumentaría enormemente su verdadero espíritu, el espíritu de la niñez. (...)
(...) dejemos al menos una noche para que las cosas puedan brotar desde el interior; y un día para que los hombres puedan buscar todo cuanto se ha quedado enterrado en lo más profundo de su ser. Y puedan descubrir dónde se oculta, tras esas puertas y ventanas cerradas firmemente, ese espíritu de la libertad.

Gilbert Keith Chesterton. Por qué Soy Católico (1929).

El libro

Este libro recoge, por primera vez en lengua española, todos los artículos y ensayos breves sobre cuestiones religiosas que el autor escribió tras su conversión en 1922.

Esta obra se convierte así en una referencia para conocer el pensamiento del Chesterton apologeta de la fe. Unas páginas que ponen de manifiesto su extraordinaria capacidad para discurrir sobre las cuestiones más elevadas con una genialidad y sencillez incomparables.

“La dificultad de explicar «por qué soy católico» radica en el hecho de que existen diez mil razones para ello, aunque todas acaban resumiéndose en una sola: que la religión católica es verdadera”. He aquí la causa por la que el 30 de julio de 1922, G. K. Chesterton deseó ser acogido en el seno de la Iglesia Católica. Sin embargo, la travesía espiritual seguida hasta entonces por este grandísimo escritor no fue breve ni estuvo exenta de obstáculos, lo cual muestra su honestidad a la hora de encarar su conversión.

En la Inglaterra de entonces, donde la Iglesia católica era muy poco popular, Chesterton hubo de responder en numerosas ocasiones por los motivos de su bautismo. No obstante, fiel a su personalidad sencilla y directa, Chesterton no escamoteó la cuestión ni los ataques y siempre defendió públicamente su fe y la racionalidad del Cristianismo. Esas respuestas, dadas en muchas ocasiones en forma de artículos o ensayos breves, se encuentran en este volumen, que sigue la edición americana de la editorial Ignatius, de las obras completas de G.K. Chesterton.

El autor:

Gilbert K. Chesterton nació en Londres el 29 de mayo de 1874. Desde muy pequeño mostró un gran interés por las letras, aprendiéndose poesías de Shakespeare de memoria, aun cuando no sabía cuál era el significado de las palabras. Inquieto, siempre mantuvo una fuerte tensión religiosa. Educado en el anglicanismo, paso momentos muy alejado de la fe, y en 1922, tras un proceso personal que duró varios años, pasó a formar parte de la Iglesia católica.

Cultivó la crítica, el ensayo, la novela, la lírica, el relato breve y la redacción periodística. Sus obras gozaron de gran celebridad desde el primer momento, y fue un notorio polemista conocido tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos. Tras su muerte, el 14 de junio de 1936, el papa Pío XI le otorgó el título de Defensor Fidei.



2 comentarios :

batiscafo dijo...

¡Gracias! No sabía que había salido a la luz esta joya. Acabo de desengancharme de la biografía de Chesterton por Joseph Pearce y no sé cuánto tardaré en caer en este nuevo libro del gran Gilbert.

CineCine dijo...

De nada, gracias a vosotros. Yo también me lo encontré por casualidad y no me resistí a transcribir parte del texto referido a la Navidad. Ha pasado casi un siglo y, sin embargo, parece que está hablando de hoy mismo.

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