Un hombre maduro, atractivo y en la cima de su carrera profesional. Felizmente casado y con dos hijas en la peor de las edades: una está entrando en la adolescencia y la otra no termina de salir de ella. Su mujer sufre un accidente mortal y queda en coma y, en ese momento... el mundo estalla. Es sorprendente lo que hace Alexander Payne en Los descendientes. A partir de una novela, con una historia bastante convencional, el director y oscarizado guionista consigue tejer una sólida galería de personajes y conflictos, que son tan veraces y potentes como la vida misma. Para conmover basta con captar la riqueza que encierra una persona. Fila Siete...
El director Alexander Payne, vuelve a ese terreno que le es familiar del drama arropado entre sonrisas y ciertas dosis de ternura. Este drama familiar, que combina con tiento melodrama y comedia, toca muchas cuerdas de interés, sin aspavientos y con contención. Así, la película emociona sin ser lacrimógena y, aunque no arriesga demasiado en sus propuestas, es sin duda un filme sólido, aprovechable y valioso. Por un lado, el guión pone el dedo en la llaga del padre ausente, que es también marido ausente... Es muy interesante el tema del perdón. Todo en la vida tiene consecuencias. Positivo en sus propuestas de fondo. J.O. (Cope).
A Alexander Payne parece que le gusta estructurar sus películas en torno a un viaje o desplazamiento que no sólo es físico sino también, y sobre todo, emocional. El cineasta arranca su historia con una familia en descomposición, con un futuro no demasiado prometedor, para mostrar cómo de lo que parece y es malo -el accidente, la infidelidad...- puede surgir algo bueno -de la aceptación de la situación se pasa al conocimiento, la comprensión, el perdón, el amor en suma... que tal vez ayude a recomponer lo que parecía irremisiblemente perdido-. Una película que roza la perfección. DeCine21.
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