8 de mayo de 2013

CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO. C. S. Lewis. Rialp. ***

En 1942, Lewis comenzó a publicar esta serie de cartas en un periódico de Manchester. Posteriormente, no han dejado de editarse -con gran éxito- formando un pequeño libro en numerosos idiomas; el lector también dispone de una continuación: “el diablo propone un brindis”. En este caso, la edición que ha caído en mis manos es de Rialp y está traducida por Miguel Marías.

El demonio con sus malas obras y su mundo aledaño de espiritismo, supersticiones, adivinaciones, brujería… protagoniza muchas películas en el cine, igualmente se hace eco de él la literatura, y –si nos paramos un poco a pensarlo- parece que está presente también en la vida de todos nosotros y en la historia del mundo.

Lewis considera al diablo de una manera alejada del morbo, de lo escabroso… todas las maquinaciones diabólicas se inscriben en el ámbito ordinario de un hombre normal (lo único extraordinario es que la acción se desarrolla en los años de la II Guerra Mundial). Los mismos demonios parecen vivir como burócratas en las oficinas de un estado totalitario.

Lewis escribe una obra de ficción pero podríamos decir que “basada en hechos reales”. No ve al demonio como una abstracción sino como una persona (un ángel caído). Considera que es un ser creado bueno que se rebeló y se hizo a sí mismo malo irrevocablemente, para siempre. Por tanto, de ninguna manera tiene un poder que haga contrapeso al Bien, a la Verdad… en definitiva a Dios. Aún más, está derrotado. De todas formas, es un ser muy peligroso que causa graves males espirituales e, indirectamente, materiales al hombre, al que odia y del que tiene una gran envidia. El diablo es padre de la mentira, homicida… y puede llevar al hombre a la condenación eterna.

Se trata de 35 cartas, breves, sencillas, con sentido del humor pero profundas y, a veces, inquietantes; se nota que en realidad se aborda un misterio. Lewis nos comenta algunos ejemplos de cómo la literatura ha reflejado al demonio. Por ejemplo, critica que Goethe nos dejó un Mefistófeles simpático, civilizado, sensato y flexible que fortaleció, en Occidente, la idea de que un poco de mal es liberador, hasta necesario para que las cosas salgan bien. Y, en contraposición, Dios rivaliza con nosotros, nos resta un poco de libertad. Sin embargo, Dante nos sitúa ante demonios rabiosos, despechados e indecentes que producen temor. En una línea parecida, Chesterton decía que “Satán cayó por la fuerza de gravedad”. Es decir, que lejos de ser alegre, el Infierno sería un estado donde todo el mundo está perpetuamente pendiente de su propia dignidad y de su propio enaltecimiento, en el que todos se sienten agraviados, y en el que todos viven las pasiones mortalmente serias que son la envidia, la presunción y el resentimiento. Pedro Seco Varón.



Lewis repasa brevemente cómo el arte trata de representar de alguna manera a estos seres; evidentemente, hay que recurrir a símbolos; por tanto, podemos ayudarnos de alas de murciélagos porque a la mayoría de los hombres nos gustan más los pájaros. Pero se les ponen alas con la intención de dar una idea de la celeridad de su energía intelectual libre de todo impedimento.

Los demonios de Lewis son también soberbios, fríos… tientan desde oficinas, donde reina el temor, la mentira para coger desprevenido a la víctima y devorarla. Hay hambre insaciable y torturadora, por oprimir la individualidad, para que todos solo puedan decir “yo” a través de Satán.

Sin embargo, Lewis dice que en el Cielo, Dios convierte a sus instrumentos en servidores y a sus servidores en hijos, para que puedan al fin reunirse con Él, en la perfecta libertad de un amor ofrecido desde la altura de las individualidades absolutas, que han podido alcanzar gracias a la liberación divina.  

En fin, que el lector sea quien saque sus propias conclusiones. Lo único que le aseguramos es que se entretendrá con un libro fácil de leer, agradable y de una profundidad enorme. Pedro Seco Varón.

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