16 de mayo de 2011

MIDNIGHT IN PARIS (2011). Woody Allen. Comedia. Jóvenes. ****. Estreno.

Antes de su inminente boda, Gil (Owen Wilson) e Inez (Rachel McAdams) pasan unos días en París con los ricos padres de ella. Él es un prestigioso guionista de Hollywood, pero ansía publicar su primera novela, que revisa esos días mientras soporta el creciente entusiasmo de Inez hacia Paul (Michael Sheen), un inglés pedante que les hace de cicerone. Una noche, Gil vuelve por su cuenta al hotel, y se pierde en las calles parisinas. Cuando un reloj da las doce campanadas, un coche antiguo para a su lado, y sus ocupantes le invitan a subir. De este modo, se ve trasladado al París de los años 20. JJ Martín Cope.

Midnight in Paris resulta una película de muy buen nivel, de lo mejor que ha hecho Woody Allen en los últimos 20 años. Es una comedia deliciosa, con un guión ingenioso que incluye un sentido del humor fino, con una ironía socarrona que obvia el sarcasmo y corrige la tendencia, últimamente acentuada, de este cómico brillante -ombliguista y autorreferencial como pocos- a subirse al púlpito para largarnos sermones con camuflaje festivo y dar en el morro a quien no le cae bien. Tiene un envidiable sentido del ritmo, una estupenda puesta en escena y una factura brillante, al servicio de unos actores magníficos. Fila Siete.


Allen tira del hilo desde una triple vertiente. Y las tres resultan extraordinarias. La primera, la cómica, en la que el autor neoyorquino deja para la posteridad un puñado de frases sublimes y en la que destacan las desternillantes presencias de Hemingway... La segunda, la romántica, donde de nuevo la espontaneidad de un paseo bajo la lluvia y lo aún por experimentar enlazan con una visión del amor casi rohmeriana... Y tercera, la relevancia de su discurso sobre la nostalgia como auténtica pérdida de tiempo, ejemplificada en otro maravilloso gag con Toulouse-Lautrec, Degas y Gauguin como protagonistas. El País.


Midnight in Paris es un homenaje a la ciudad de las luces, magníficamente retratada, especialmente de noche y bajo la lluvia. También a una época dorada en que fue capaz de congregar a no pocos genios artísticos. Un cuadro inigualable que invitaba a la creatividad. Pero no se queda ahí. Esta vez, Woody Allen, menos cínico, más esperanzado, parece decirnos que no hay mejor época que la que a cada uno le ha tocado vivir. Aquí y ahora tenemos nuestro sitio... y aquí es posible la felicidad, aunque hay que saber buscarla y no conformarse con sucedáneos. En la vida, muchas veces, hay que tener la valentía de decir que no.

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