MATAR A UN RUISEÑOR (1962). Robert Mulligan. Drama. Jóvenes. *****

Adaptación cinematográfica de una novela de Harper Lee galardonada con el Premio Pulitzer. Está basada en vivencias de su propia infancia y su protagonista es Atticus Finch (Gregory Peck), un abogado sureño que defiende a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca en una ciudad sureña de Estados Unidos en la época de la Gran Depresión. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el resultado del juicio es tan previsible que ningún abogado haría nada para evitarla... excepto el respetable y querido señor Finch. Su compasiva defensa le cuesta muchas amistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre. La película, una auténtica joya, obtuvo ocho Nominaciones y fue premiada con tres Oscar -Actor, Guión y Dirección Artística-.

Personajes

Aunque la película se ocupa con detalle de las vivencias infantiles de los hermanos Scout y Jem, junto a su amigo Dill, el protagonista central del film es Atticus Finch. Pocos personajes en la historia del cine tienen el atractivo de este abogado de mediana edad, viudo y padre de dos hijos, que ejercía su profesión en un pequeño pueblo de Alabama allá por 1930. Son tantas las virtudes que atesora, que resulta difícil enumerarlas sin olvidar alguna. Para empezar es un padre ejemplar, con unas dotes educativas fuera de lo común, que enseña amorosamente a sus hijos el auténtico valor de las personas y las cosas, fomentando su desarrollo armónico y el adecuado uso de la libertad personal, sin ocultarles la dureza que, a veces, tiene la vida. Es un hombre que cree en la igualdad radical de todo ser humano y lo demuestra en el día a día: en las relaciones con sus hijos, vecinos y clientes. Esto lo lleva a un compromiso personal con la justicia que sólo es posible en un hombre que, como él, vive la fortaleza, la generosidad, la paciencia, la constancia, la responsabilidad, la afabilidad, la sociabilidad, la civilidad, el amor a la verdad, la solidaridad, la humildad, y un largo etcétera. Si tuviéramos que definirlo en dos palabras: un hombre justo y buen padre.

De tal palo tal astilla. Así que Jem y Scout son dignos hijos de su padre. Simpáticos, afables, de mente despierta, obedientes, responsables, cariñosos y, como todo niño sano, juguetones y traviesos, amigos de aventuras reales o imaginarias.

En el lado negativo, tendríamos que colocar a las personas que son capaces de cargar sobre un padre de familia negro un delito que no cometió. Seres dominados por la mentira, el egoísmo, la cobardía, los prejuicios y la injusticia.

Temas de interés

Matar a un ruiseñor es particularmente interesante para mostrar el ambiente de racismo que se padecía en los años 30 en Estados Unidos. También permite vislumbrar a la perfección la importancia del cariño, la dedicación, los argumentos, la familia y el ejemplo, en la labor educativa de los padres. Otra cuestión capital es la reflexión que hace la película sobre el tema de la justicia. La justicia como virtud es una cosa, y la justicia como poder del Estado otra bien diferente. Cuando falla la primera, la segunda deviene imposible o ardua. Por mucho que se legisle en defensa de todo ser humano, si quien ha de aplicar la ley es injusto, difícilmente se hará justicia, por no mencionar la posibilidad de que sea la propia ley quien patrocine atropello.

Valor educativo

Muestra la necesidad del respeto a todo ser humano, sea cual sea su condición, y la importancia de la responsabilidad personal para hacer un mundo más justo. La justicia social será fruto de la justicia individual de las personas que integran la sociedad. En nuestro mundo occidental, donde cada vez hay más inmigración, puede venir bien reflexionar sobre la condición humana, semejante a la nuestra, de estas personas alejadas de sus familias y ambientes naturales, que anhelan una vida mejor y, las más de las veces, se ven impelidos a vivir en la marginalidad. Enseña a vivir la solidaridad, a no tener prejuicios, a valorar la familia, la amistad, la presunción de inocencia, la verdad y la libertad, a ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos, a ser valientes, buenos profesionales comprometidos con el bien común y a defender con perseverancia al más débil en toda situación.

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