Sin embargo, alrededor de Tom todo se tambalea: una compañera de trabajo se ha enamorado de él; su mejor amigo pasa por una mala racha con sus hijos adolescentes; su vecino, gendarme, está celoso de su esposa... y todos ellos acuden a Tom. Pero Tom tiene sus propias preocupaciones. Cansado de una jornada laboral anodina, al llegar a casa cada noche, sus tres hijos exigen toda su atención. Además, la relación con su mujer, Sylvie, no pasa por su mejor momento.
Pero un repentino encuentro con una antigua novia dará un vuelco a su vida: resulta que es padre de una niña de 8 años, de la que no sabía nada, y de la que tendrá que hacerse cargo.
Después de todo, nadie dijo que vivir fuera fácil...
Interesante película francesa a la que le cuesta arrancar. Permítaseme la redundancia: su primera media hora es demasiado "francesa", dicho esto en el peor sentido de la palabra. Hay cine francés muy bueno, pero también lo hay pretencioso e insufrible. La curva de la felicidad, en su primera parte, creo que cae en los peores vicios del cine galo: lentitud, falta de tensión, nimiedad, insustancialidad... Sin embargo, justo a los veinticico minutos, a raíz del reencuentro de Tom con su antigua novia, la película remonta y plantea situaciones más que interesantes. La crisis de los cuarenta, el matrimonio, los hijos, la educación, la amistad, la solidaridad, son algunas de las cuestiones que van desfilando ante nosotros. Todo ello con un enfoque positivo y esperanzado.
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